Más es más

Por Federico Levín




Me apasiona habitar los lugares comunes hasta enrarecerlos, y vivir el artificio hasta volverlo lugar común.

Me aburren las recetas impositivas y gimnásticas para escribir una cosa que resulte ‘sólida’. Escribir en contra de eso es difícil, y la dificultad, a la hora de la escritura, es una brújula competente.

Si me obsesiona captar la textura de la realidad tengo que enfrentarla con una escritura permeable, o más: líquida.

Escribir bien es un mandato que abriga el sueño de los malos textos, los textos que nacen viejos.

A mí me gusta demasiado todo esto como para convertirlo en otra forma de hacer las cosas apenas bien. La realidad es compleja. Escribirla lo es.

La realidad de las palabras que abren campos nuevos de sentido no es un juego. Juego de palabras es el ninguneo con que los malos textos se desembarazan de la visión de lo nuevo. Porque lo nuevo suele ser aterrador.

No me refiero a la escritura experimental, que es un género. Me refiero a la escritura como una forma experimental vivir.

La realidad es una presa tan rápida que se choca con su espalda y ya no existe. Aunque vengan los cazadores corpulentos y me enseñen todas esas cosas de ‘agarrar a la realidad del cogote’ yo voy a seguir probando lo otro. Probando /demostrando/ que la historia es la de los cazadores que persiguen una presa inexistente. Y no todo lo otro.

Menos es más, tené cuidado, no te metas en cosas raras. La verdad es que esas lecciones me parecen una ingenuidad, una pendejada. Responden a una experiencia en el peor sentido: la experiencia ajena; el pasado hegemónico.

Se puede entregar la vida al pasado sin que el pasado hegemonice la forma. En ese punto, Tom Waits es mi modelo de artista. Sería largo explicarlo.

Y mi prosa, quisiera yo que tenga una textura firme y efímera- explosiva. Como la piel de una burbuja.


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